Luis María Argaña

Sin duda alguna fue el último caudillo republicano del siglo XX. Su recia figura, su voz firme y su don de mando atrapaban a las multitudes y los fanatizaba de tal manera que parecía que los había hipnotizado. Ese fue el Dr. Luis María Argaña, un colorado de ley, un hombre recio y duro que se convirtió primero en una esperanza y después en una realidad para el pueblo colorado y para la ciudadanía toda.
 
Tenía una sólida formación intelectual y política. El Partido Colorado contaba en este hombre como a uno de los más resaltantes y connotados de los últimos tiempos. Su gran personalidad y su notable carisma le hizo ganar el aprecio del pueblo colorado que le apoyó firmemente confiado en que él era el político predestinado a sacar al Paraguay del estancamiento en que se encontraba y conducirlo hacia su gran destino; la total redención del pueblo paraguayo.
 
El Dr. Luis María Argaña nació en Asunción el 9 de Octubre de 1932. Hijo del matrimonio constituido por el Dr. Luis Andrés Argaña y Felicita Ferraro. Desde muy temprana edad sintió el llamado de su vocación de servicio, y encontró en el Partido Colorado la fuente de su inspiración para desarrollar sus actividades políticas, que no solamente lo llevó a ser un gran líder, sino que también se convertiría en un mártir, como consecuencia de esa pasión de servir a su patria y a su querido Partido Colorado, nucleación política a la que se afilió a los 13 años de edad.
 
Ya en la Revolución Civil de 1947 prestó valioso servicio al Partido Colorado de estafeta, en filas de quienes defendían el Gobierno colorado legalmente constituido.
 
Una vez recibido de abogado se dedicó a su profesión, a la enseñanza universitaria y a la política, donde muy pronto fue ganando espacio por su sagacidad, por su espíritu de líder nato que se dedicaba a defender, en cualquier foro, la doctrina del glorioso partido fundado por el General Bernardino Caballero. Era ya un protagonista de primera línea en la política nacional, ya se codeaba entonces con las grandes figuras partidarias de aquellas épocas. Se había ganado el respeto y admiración, a pesar de su juventud.
 
Poco tiempo después ganó por mérito propio un escaño en la Cámara de Diputados, donde se destacó como un brillante parlamentario. Su carrera política va en constante ascenso, el Partido y el Gobierno lo ubica en lugares de vanguardia porque saben que su sapiencia y su dinámica juvenil, redundará en beneficio de las instituciones y de la patria. Fue Convencional  Constituyente en 1967 donde se desempeñó como secretario de la Convención, miembro del Consejo de Itaipú Binacional, Vicepresidente de la Cámara de Diputados, Presidente de la Asociación Nacional Republicana, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Canciller Nacional y Vicepresidente de la República.
 
Su trayectoria de vida ha sido el mejor ejemplo que dejó a la juventud de su patria y de su partido.
 
Volviendo a la narración de su carrera política, lo encontramos en el Gobierno de Andrés Rodríguez, en la función de Ministro de Relaciones Exteriores, cargo que desempeñó hasta el mes de agosto de 1991 y por desavenencias con el Presidente, deja el cargo para dedicarse a tiempo completo a formar un movimiento político al que llamó «Reconciliación Colorada». La tarea fue dura, difícil, y a momentos, desalentador, pero su temple, su fuerza moral, su persistencia lo empuja a lo que siempre había sido: un conductor nato, un líder, un caudillo al que su pueblo lo sigue por convicción, por la seguridad de que era el hombre que el Partido Colorado y el Paraguay necesitaban para afirmar la democracia y el progreso para el pueblo. En estas condiciones llega a las internas partidarias de diciembre de 1992 con su candidatura por el Partido Colorado para la Presidencia de la República.
 
El día de las elecciones se llega al más alto nivel de participación colorada, un 95 %. Al final de la tarde la Boca de Urnas le daban por ganador, sin embargo meses después el Tribunal Electoral Partidario declara ganador a la Fórmula Wasmosy – Seifart. Fue un duro golpe del que se pensó no se recuperaría. Sin embargo asimiló ese revés y siguió su ruta en busca de su destino y el 28 de Abril de 1996 fue electo Presidente de su querido Partido Colorado.
 
Ese ejemplo de su enorme fortaleza moral lo plasmó en su famoso Credo, donde entre otras cosas dijo: «Creo firmemente en la redención del pueblo paraguayo, creo en su destino que tarde o temprano recuperará la gloria de su historia, la grandeza de su pasado y sus ansias insatisfechas de libertad y democracia». En otro párrafo de su místico credo dijo: «Creo en la reconciliación de todos los paraguayos sin distinción de banderías políticas, con sincero arrepentimiento de los agravios porque es el sacramento de la reconciliación cristiana» «Creo que nuestra lucha no ha sido en vano, porque dejamos una semilla que fecundará esta tierra fértil de la democracia, de la libertad y de la justicia social» «Creo y confío en Dios» Viva el Paraguay!». Estas palabras sin lugar a dudas, han sido proféticas y hoy, a varios años de aquella víspera de Navidad que lo dijo, sigue plenamente vigente, confiado en que algún día esas bellas expresiones del Dr. Argaña serán una gran realidad.
 
El 23 de marzo de 1999, como consecuencia de un creciente poder político de su liderazgo indiscutido, que resultaba ser «la piedra en el zapato» de quienes pensaban seguir teniendo al país como su feudo, le tienden una emboscada y lo asesinan cobardemente. Habían matado al último caudillo, pero sus ideas, sus palabras no podrán acallarlos jamás.
 
La historia de vida de este gran hombre estará presente por siempre en el alma del pueblo paraguayo porque su gran verdad política quedó prendida en el corazón de sus compatriotas.

 
Biografía extraída del libro: «Espejo para la Juventud» del Lic. Arsenio Basualdo